Todos, todos me amargaron la vida. Y comprendí que el mundo es naturalmente injusto y que yo no había nacido entre los míos. Esa fue mi desgracia, no haber nacido entre los míos. La baja mezquindad, la vil ramplonería de los que me rodeaban me perdió.
CIPIÓN: Empieza tú, cuenta tú primero. Pero
abreviando, para que también tenga sitio mi relato. Escucharé tus sucesos a
cambio de que luego tú prestes oreja a los míos.
BERGANZA: Sea éste mi turno y venga luego el tuyo.
Voy a darme prisa a contar cuanto recuerde.
(Va
a lanzarse, pero una desconfianza lo detiene)
CIPIÓN: Habla sin miedo. Ésos están más para
dormir que para escuchar. Atiende tú a decir, que yo vigilaré si se acercan.
(Pero
Berganza no encuentra por dónde empezar)
BERGANZA: ¿Tengo que comenzar por el principio? No
recuerdo el rostro de mi madre. No recuerdo a mi padre. No recuerdo nada de
cuando era cachorro. Nada.
CIPIÓN: Me pasa igual. Mi madre, mi padre… Ahí
fracasa mi memoria, ahí mi pasado es una sombra. La hora en que rompiste a
hablar, ¿tú la recuerdas?
BERGANZA: Maldigo esa hora sin recordarla.
(Silencio)
CIPIÓN: Cuando me traían hacia aquí, me pareció
oír voces y oler olores como los que suelen salir de hospitales. Debemos de
estar cerca de uno.
BERGANZA: Mañana veremos si es así. ¿Pero qué
importa eso?
CIPIÓN: Quizá sólo seamos el delirio de un
enfermo. O quizá seamos cada uno delirio del otro, mutuamente creados por el
deseo de tener quien nos escuche. Acaso cada uno necesite desdoblarse para
hablar consigo mismo. Acaso seamos cada uno el delirio de un perro que teme
morir sin haber hablado.
BERGANZA: Qué cosas más locas dices, Cipión. Tiene
que haber una explicación más sencilla. Si nos cuesta recordar es porque, de no
contar las cosas, se nos han ido oxidando en el desván de la memoria. De no
contarlos, se nos han enmohecido los recuerdos.
(Silencio)
CIPIÓN: Claro, tiene que haber una explicación
más sencilla. Contémonos la vida hacia atrás, de la Z a la A. Yendo a la
contra, de lo más reciente a lo más lejano, quizá lleguemos a ver cómo fuimos
de cachorros, cómo eran nuestros padres.
BERGANZA: De la Z a la A. ¡Brillante!
(Palabra de perro, Juan Mayorga)
La vida es un teatro. ¡Qué vieja metáfora! ¡Qué verdad tan simple! Tragedia, drama o comedia; lágrimas o risas. Eso es, a ratos, nuestra vida. La última letra de mi nombre es la única letra común que tienen estos dos perros, tan humanos.
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